jueves, 29 de septiembre de 2011




El cine es probablemente una de mis grandes pasiones, no el cine comercial (bueno no tanto).


En esta ocasión hablaré brevemente de mi película favorita, hablo de Hedwig and the Angry Inch. Para aquellos fanáticos del cine de culto no se les hará desconocido el nombre The Rocky Horror Picture Show, pues bien, vale la pena mencionar que Hedwig es considerada la sucesora del famoso musical glam.


La historia es única, Un cantante transexual que viaja desde Berlin Oriental a Estados Unidos, donde vivirá una odisea (anatómicamente incorrecta) en la busqueda de su otra mitad y se éxito arrancado por uno de sus ex-amantes.


Una película que todos deben ver, llena de filosofia y muy buenas canciones (si, se trata de un musical) Una visión diferente del amor, la libertad, la música y más.


Les dejó la canción que probablemente identifica más a la película Wig in a Box



Fotografía by El Joven Ignorante

http://www.flickr.com/photos/eljovenignorante/

Uno de mis rostros favoritos es el dedicado a la fotografía, un intento que ha ido avanzando hasta convertirse en una pasión más.

Con una cámara de 7 megapixeles, una pared en mi sala y un filtro en blanco y negro...tenenemos al Joven Ignorante...y como su nombre lo indica, está dispuesto a aprender todo lo necesario para avanzar en la fotografía, aquí pueden revisar su perfil en flickr.

sábado, 10 de septiembre de 2011

La Caducidad Del Agujero


De la más importante de las esquinas nació el dios de su noche, entre engranes grasientos, fluidos hediondos y el cuchicheo tradicional de las máquinas. Se educo a sí mismo con la ayuda de unos fragmentos olvidados de revistas viejas y diccionarios caducados, completamente inservibles en la macrópolis donde residía. No comía y su cuerpo era imperfecto, marcado por la profunda depresión del tórax que le impedía respirar bien. Sus ojos estaban inyectados de sangre y de todos los colores que distinguía, su voz tenía ese vibrato que le permitía obtener todo lo que solicitaba en su reino y su corazón se sentía palpitar en cada parte de su cuerpo.

Vivió solo en su palacio por más de veinte décadas, visitado regularmente por políticos famosos y vendedores ambulantes que maliciosamente trataban de convencerlo de obtener una mejor vida, pero él nunca quiso acceder. Siempre prefirió sus lujos y el placer ofrecido por las “bívicas” (ilusiones sexuales que se adquirían fácilmente en el parque) Sus noches consistían en tres días y sus pasatiempos favoritos eran Bailes paganos y jocosos donde celebraba su inmortalidad virtual.

Pero un día cayó enfermo y grave, los sabios del reino diagnosticaron el fin de sus días. Mientras miraba su reflejo en el agua de los charcos se preguntaba tardíamente sus dudas existenciales. Se frotaba las manos con mucha rapidez y mordía sus labios constantemente, pronto empezó a recibir llamadas y videos de todas partes del mundo que lo llenaban de sentimientos indescriptibles. Pasaban las horas como solemos vivirlo y su piel empezaba a caer lentamente, vomitaba más de diez veces al día y formaba con sus secreciones pócimas milagrosas que alargarían su nombre n los libros médicos. El sufría como cualquier otro iluso que llegó a suponer tener el mundo en sus manos y sentía como cualquier otro emperador que llegó a reinar sobre 7 continentes.

La maquinas y sus cuchicheos no llegaban a ensordecer sus lamentaciones; y los engranes no llegaban a superar su degradación. Él era el rey, el amo y el señor. Llegó a cantar una vez más antes de morir, pero su voz fue reducida a un ladrido de perro. Los minutos eran contados con el goteo de su sangre sobre las sábanas blancas donde dormía y los segundos eran ignorados como las moscas que volaban sobre su casi-muerto-cuerpo.

Cuando se anunció su deceso en los medios de comunicación más populares de la ciudad todos lloraron su partida y ápteros ángeles visitaron su tumba. Fue encadenado a su ataúd y lanzado a una montaña de reliquias antiguas y obsoletas. Él era él, su dios que nació en una esquina, la más grande esquina de todas. En años posteriores, todos celebraban como él lo hizo y los necrófilos envidiaban a las reliquias obsoletas y los santos envidiaban sus pecados y la realidad continua envidiando su vida que acabaría en su próximo punto.

En Su Punto


Fue un viernes a medianoche, durante la proyección de una película clásica, que descubrió su obsesión. Unos minutos después de terminar la función se vio en su cuarto retorciéndose de emoción y placer al recordar las frescas imágenes que se habían reflejado ante sus ojos y desde aquel día no volvió a ser el mismo.

Las primeras semanas se limitaba a observarlas pasear por las calles y las equinas, moviéndose delicadamente o con prisa a un ritmo que marcaba música en su cabeza. Admiraba cuando golpeaban bruscamente las cosas sin perder su belleza y soñaba con poder tocarlas mientras rozaba con la punta de sus dedos el colchón de su cama.

A medida que pasaba el tiempo, la obsesión fue incrementando y la adicción fue apareciendo. Su cuarto se transformo en un santuario de fotos, un catalogo global de imágenes recortadas y sobre su mesa, un collage de miembros amputados. Su pasatiempo favorito eran ellas y en su mente tramaba el plan perfecto para poder tenerlas.

Fue durante uno de aquellos veranos de contrastes –aquellas fechas cuando las mañanas son templadas; las tardes calurosas y las noches increíblemente frías- La temporada perfecta para poder ejercer su plan. Cargado de ideas, excusas y anhelos partió hacia el centro de su ciudad con una bolsa y un poco de dinero. Antes de salir de su casa se despidió de su madre y guiñó un ojo a la foto de su ausente padre.

Fueron más de veinticuatro horas de intensa búsqueda, la noticia se propagó fácilmente entre los vecinos y los amigos de la familia. La policía analizaba cada esquina de la casa, escudriñando todo aquello que les pudiera brindar pista alguna de su paradero. Su madre, angustiada, explicaba entre sollozos la extraña actitud de su hijo durante algún tiempo. Cuando el equipo de personas extraviadas entró por primera vez a su habitación no pudieron contener la confusión (y miedo) que les resulto encontrar aquellas imágenes en ese paraíso surrealista del fetiche humano. La desesperación causada por aquel misterioso caso infectó a la ciudad rápidamente, pero la cura fue dada tras una llamada.

Lo encontraron muerto en una cama, el dueño del hotel describió como las rasuradoras y las cremas yacían a un lado de él. No llevaba ropa, solo un par de tacones, que lucían elegantemente en su par de piernas depiladas.