sábado, 10 de septiembre de 2011

En Su Punto


Fue un viernes a medianoche, durante la proyección de una película clásica, que descubrió su obsesión. Unos minutos después de terminar la función se vio en su cuarto retorciéndose de emoción y placer al recordar las frescas imágenes que se habían reflejado ante sus ojos y desde aquel día no volvió a ser el mismo.

Las primeras semanas se limitaba a observarlas pasear por las calles y las equinas, moviéndose delicadamente o con prisa a un ritmo que marcaba música en su cabeza. Admiraba cuando golpeaban bruscamente las cosas sin perder su belleza y soñaba con poder tocarlas mientras rozaba con la punta de sus dedos el colchón de su cama.

A medida que pasaba el tiempo, la obsesión fue incrementando y la adicción fue apareciendo. Su cuarto se transformo en un santuario de fotos, un catalogo global de imágenes recortadas y sobre su mesa, un collage de miembros amputados. Su pasatiempo favorito eran ellas y en su mente tramaba el plan perfecto para poder tenerlas.

Fue durante uno de aquellos veranos de contrastes –aquellas fechas cuando las mañanas son templadas; las tardes calurosas y las noches increíblemente frías- La temporada perfecta para poder ejercer su plan. Cargado de ideas, excusas y anhelos partió hacia el centro de su ciudad con una bolsa y un poco de dinero. Antes de salir de su casa se despidió de su madre y guiñó un ojo a la foto de su ausente padre.

Fueron más de veinticuatro horas de intensa búsqueda, la noticia se propagó fácilmente entre los vecinos y los amigos de la familia. La policía analizaba cada esquina de la casa, escudriñando todo aquello que les pudiera brindar pista alguna de su paradero. Su madre, angustiada, explicaba entre sollozos la extraña actitud de su hijo durante algún tiempo. Cuando el equipo de personas extraviadas entró por primera vez a su habitación no pudieron contener la confusión (y miedo) que les resulto encontrar aquellas imágenes en ese paraíso surrealista del fetiche humano. La desesperación causada por aquel misterioso caso infectó a la ciudad rápidamente, pero la cura fue dada tras una llamada.

Lo encontraron muerto en una cama, el dueño del hotel describió como las rasuradoras y las cremas yacían a un lado de él. No llevaba ropa, solo un par de tacones, que lucían elegantemente en su par de piernas depiladas.

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